Es la verdad. Así somos. Nos encanta triturar a nuestros atletas. Denigrarlos a tal extremo de conseguir que se ahorcaran en la suite del hotel, si pudieran escucharnos.
En cada actuación de uno de nuestros deportistas, tenemos un fracaso asegurado. Y somos felices con este pensamiento.
Las chicas del handball, más preocupadas por el comercial
de Schneck que por la competencia en los Juegos.
de Schneck que por la competencia en los Juegos.
Sentarnos frente al televisor a ver los pésimos tiempos de los nadadores, o viendo como era posible que no tuviéramos un solo ciclista compitiendo, alimentaba esa fuente inagotable de agravios destinada a hacer mella en la moral de nuestros atletas.
Pablo Defazio y Manfredo Finck, los encargados
de desvirgarnos en el medallero.
Pero lamentablemente, el viento comenzó a cambiar de dirección. Comenzaron a caer las preseas. La primera obtenida fue de bronce en Snipe, confirmando nuestra teoría de que deberíamos agarrar veleros y remos y mudar el país a Europa.
Pero a esto se le suman dos de plata en pelota vasca, y una más asegurada en la misma disciplina con la posibilidad de pelear por el oro. Sin mencionar que el fútbol va a pelear por la medalla de bronce.
Con qué derecho hacen esto? No saben que ahora no tenemos nada para decir? Que nos tiran abajo todas nuestras teorías sobre los deportes que no sea fútbol y basquetbol?
Si todavía que están abandonados a su suerte, costeándose ellos mismos todo lo referente a la preparación, tienen el lujo de ganar una medalla...se imaginan lo que sería si tuvieran apoyo gubernamental?
Lo mejor es que vuelvan a las actuaciones del comienzo. Que dejen de pensar en eso de ganar una medalla. Así todo el pueblo uruguayo puede volver a lo que más quiere: verlos perder, reírnos de su mediocridad y vanagloriarnos de tener un Estado con nulo apoyo al deporte nacional.
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